Luego de la pasantia del Ing. Florian Hesdin, de la Universidad Vetagro Sup. Clermont Ferrand, Francia nos dejo este mensaje:

«El CAR es un colegio de alrededor de 1.000 alumnos, que a primera vista parece un liceo agrícola francés, un lugar donde se imparten variadas materias, y que cuenta además con una gama de talleres didáctico-productivos, resultando éstos el eje de su proyecto educativo. Cuando profundizás un poco más, rápidamente te das cuenta de que es mucho más que eso.

Los estudiantes tienen la oportunidad de ingresar a una edad muy temprana, alrededor de los 3 ó 4 años y pueden continuar hasta los 18 años aproximadamente. Aquí, el campo no es sólo un medio educativo, es un aula como cualquier otra. Un profesor, en cada taller de producción, cada día, imparte trabajos prácticos a todos los alumnos, de Nivel Primario y Secundario. ¡Sí, todos los días!

Los estudiantes deben cursar media jornada en el campo, para ocuparse de aprendizajes relacionados con diferentes producciones (vacas lecheras con producción de queso/yogurt/dulce de leche, vacas de carne, gallinas ponedoras, cerdos, ovejas, caballos, horticultura, cultivos de campo, entre otros).

Dos estudiantes de Quinto Año de Secundaria me muestran el lugar y hablan despacio para que les pueda entender. Muy cómodos, hablando, para ellos, explicarle a un extraño no es un problema; incluso me hablan de ciertos problemas económicos del país ligados a una exportación masiva de soja, muy riesgosa por posibles condiciones climáticas difíciles. Sólo tienen 17 años, no lo puedo creer. Luego me llevan al comedor a almorzar: milanesas que salen de las vacas del lugar, igual que el yogurt.

Aprendí que aquí se sacrifican de 1 a 3 vacas por semana y que son los estudiantes quienes ayudan con el corte. Es una locura. De la granja a la mesa, como dicen en Francia. Esto parece obvio aquí, pero está lejos de ser el caso en mi país.

Por la tarde, la visita continúa con el ordeñe; al inicio de la tarde, para que sean los alumnos quienes ordeñan. Luego paso al Taller Ecuestre, donde los jóvenes de 13 ó 14 años montan a caballo con mucha ilusión.

Es increíble la experiencia que han acumulado a lo largo de todos estos años. Aquí en la escuela no hay teléfonos móviles, de ese modo, se deja espacio para las conversaciones entre los alumnos, durante los pequeños momentos de inactividad; así, durante las prácticas intercambien ideas.

Finalmente, veo que aquí, al salir de la escuela, pueden acceder a trabajar directamente porque ya han estado expuestos a la práctica, todos los días. Reconocer una planta, un insecto, ajustar una sembradora, cortar un trozo de carne, es normal para ellos. Eso es lo que es increíble. Como repetí varias veces durante mi estancia de varios días, para mí no es sólo un colegio, es una escuela de vida».

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